Intentando comprender las razones de ésta aceptación generalizada de la
degradación de la vida en el Planeta, sociólogos, sicólogos y
pensadores han elaborado numerosas hipótesis y teorías que analizan
científica y espiritualmente las líneas de la evolución de su
comportamiento humano, presentándonos debilidades e
imperfecciones que, no por ser milenarias y conocidas, deben de ser
aceptadas e incluidas en nuestro ciclo social y ético.
Pero los Gobiernos, tolerantes con las exigencias
del mercado, pasan página confiados en la apatía popular que no quiere
ver o no puede ser oída; y tal vez ahí pudiera estar la causa
primigenia de la reacción de los "desatendidos", esa gran mayoría de
los seres del Planeta que acaban agrupándose en sectores religiosos en
la búsqueda de una esperanza, o en sectas y grupos en los que el
respeto sólo lo impone el poder de la fuerza y del dinero, "mundos" en
los que sobrevive la delincuencia organizada, las redes de
prostitución, la trata de blancas, la venta de niños, la droga, el
juego.
Empresas del placer y ocio que negocian con carne humana en un
submundo carente de esos olvidados valores que priman la convivencia y
la solidaridad a través del respeto, el amor, la dignidad y el honor.
La existencia de una desarmonía manifiesta en aspectos tales como
demografía, producción, consumo, degradación del medio ambiente,
desarrollo político, social, educacional, etc., promueve un desajuste
en el ordenamiento de nuestro "hábitat" que no sabe o no puede
adaptarse al fenómeno de la aceleración de los cambios en todas sus
facetas.
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